A Ana Lloréns.
A la memoria me viene en esta noche
canicular una culta anécdota. Refiere en uno de sus libros el ilustre D. Martín
Ramos Cortina el encuentro del duque de Entrecanales, tres veces Grande de
España, con cierto fabuloso animal. Eximio biógrafo de salón, labor
compatibilizada con gran brillantez con sus actividades como propalador de
maledicencias, no obstante resulta ser persona confiable este D. Martín, figura
de ilustre recuerdo para generaciones de opositores a cátedras variadas.
Era este duque hombre de muchas luces, entra en lo posible que demasiadas. Quienes así le calificaban defendían su argumento con ahínco. Afirmaban así que ello era merced a la extremada querencia al buen oporto profesada por el noble, herencia, a decir de algunos más enterados, proveniente de de cierto ya lejano antepasado lusitano. No deja de extrañar por ello la escueta descripción apuntada por él mismo. Descripción transcrita al punto por el bueno de D. Martín y que a continuación consigno:
“Negramente feroz y felinamente amante, misteriosa y cimbreante, grácil y sutil en igual medida; coronaban su hocico sendos eclipses reposando sobre un lecho que se adivinaba de glauca hojarasca”.
Cuanto lector insaciable y culto se
acerque a ella no dejará de echar en falta unos apuntes completadores con el
cuerpo como centro. A decir verdad lo abrupta de la descripción rezuma mucho
más a súbito desmayo, conjugado con visos de delirium tremens, que a carencia de las palabras adecuadas para
materializar verbalmente a la aparición. Por lo menos tratándose de alguien
cuya verbosidad caudalosa, si no arrolladora, le prestaba cierta distinción
sobre sus vecinos y pares, a decir de sus contemporáneos. Y más sorprende su
poca reveladora cortedad, no caracterizándose D. Martín por ser un hagiógrafo,
con anécdotas fabulosas trufadas de santos como objeto de charla, sino más
bien, y en palabras de las malas lenguas, de un lebrel que venteaba las
mundanas comidillas a leguas de distancia. Descripción ésta que presta cierta
pátina de autenticidad a lo relatado.
Sea una alucinación sólo por elixires
espirituosos causada o una mera aparición sustanciada en un aliento levemente
intuido sopleteando el hombro, así se narra en ese recuento de anécdotas varias
constituido por el “Catálogo a modo de Recipendiario de Historias Extraordinarias
y Fabulosas” (Madrid, 1872), volumen in
cuarto que me avistó en una tarde de paseo y café desde un estante de la
venerable Librería Aleph de Toledo.
Josef fecit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario